Fea

Nunca, nunca, nunca me había dado cuenta de que ella era tan fea. Sus hijos eran tan feos (no digo malos, simplemente feos) y tan parecidos a ella que acabe por concluir que ella era muy, muy fea (no digo mala, simplemente fea).
Aburrido de tener los pies en la arena, Pepe sopló y sopló. Tanto que levantó una montaña de agua. La luz brilló sobre ella y Pepé soñó. La montaña se hizo grande. Muy grande. Y pepé soñó. Luego la Montaña cayó sobre él y con los pies enterrados en la arena, Pepe se ahogó.