La vinchuca tatuada

Parecía ser una vinchuca, pero no lo era porque a pesar de que nunca había visto una, sabía que no eran coloridas. No tenía idea de qué era esa especie de elipse con forma de insecto colorido; entonces la bauticé: la llamé la vinchuca tatuada.

Todo el mes permaneció inmóvil en el marco de la puerta de la cocina. Por mi parte, preferí dejarla tranquila. Considere mejor no sacarme la duda de si era un insecto real o si era solamente un adorno extravagante. Cada vez que pasaba junto al marco, aceleraba el paso y en algunos casos, me encorvaba levemente.

Di la última recorrida por la casa en busca de cosas olvidadas y camino a la puerta la vi en su posición habitual. Tenía que saber si era real. Con un palito le di un golpe en el lomo e inmediatamente desplegó dos grandes y estruendosas alas. Salté hacia atrás mientras el insecto revoloteaba peligrosamente cerca de mi cara. Retrocedí hasta la sala y con la vista seguí al insecto hasta que se posó en el piso. Noté que habían tres insectos de igual tamaño al lado de él. Los otros eran distintos, eran más como cascarudos aunque también coloridos. Me pareció idiota llamarlos cascarudos tatuados, simplemente los llamé cascarudos.

Todo fue muy rápido, no tuve tiempo siquiera de tener miedo o de pensar en pisotearlos. Inmediatamente aparecieron las tortugas de agua y abriendo su enormes bocas, fueron decapitando un insecto a la vez.

3 comentarios:

  1. Moraleja: cuando las papas queman no hay que preocuparse de nada porque algo ajeno se encarga de resolverlo. ¡Que conveniente!

    ¿Qué improbable el tema de las tortugas de agua fuera de su habitat, no? ¿Que le sugiere pensar en esto?

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  2. Las decapitaciones están a la orden del día.

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  3. El caos tiende a autorregularse. Peor hubiese sido un francès colgado del techo

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