Entiendo el alejarse. Yo lo hice. Me alejé de todas las cosas que naturalmente eran necesarias para mí. Así me enseñaron. Así aprendí. Como los platos que se ponen para agrandar los labios y los lóbulos de las orejas en Africa. Como los pequeños zapatos que empequeñecen los pies en China. Un límite constante para deformar o cambiar un rasgo.
No me considero un estúpido o un tonto, a todo el mundo le pasa (en mayor o menor medida). Algunos salen mejor que otros; algunos ni siquiera se dan cuenta.
Bueno, a mi en algún momento me fijaron un límite físico y me deformaron. Como un pie que quiere crecer o como un árbol de maceta chica, yo, como Ud., y como muchos otros, tuve la intención de florecer y desarrollarme de un modo acorde a mi naturaleza. Pero me lo impedí. Influido por mi entorno, por la sociedad y quizás hasta por la genética, me alejé. No tuve la fuerza para sacar lo necesario para romper con todas las barreras que empequeñecen.
Sin embargo, hasta hoy nunca me rendí. Seguí empujando, expandiéndome. Creciendo hasta el punto de estirar el cuero del zapato para hacerlo estallar. Para sacar los dedos fuera y respirar un poco de aire fresco. Mover los dedos libremente y querer mas. Siempre mas. Buscando finalmente un poco de libertad, para poder andar descalzo.
Bueno, el final es alentador, hasta ahí venías como el primer tiempo contra Almirante Brown...
ResponderEliminarMe gustó tu reflexión, opino casi igual, pero me permito un comentario: por más que quiera, el aborigen del labio con forma de plato no podrá volver tener su labio original. Lo mismo le cabe a la china del pie.
Siendo más positivo, nada les impide empujar y expandir, como vos decís, aun con el labio de plato o el pie deformado.
Sin embargo, ni el negro podrá ser galán de telenovelas ni la china correr maratones.
Esto que parece chiste, no lo es tanto.
Pero ya lo dice Ford: Seguí moviéndote.
Es cierto, el negro tiene el sueño de ser saxofonista. Parece imposible, pero es obligatorio creer que se puede.
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