estoy muy triste. Uno de mis héroes de la infancia se está muriendo. Se lo están comiendo por dentro. Es joven pero se ayuda con un bastón. No tiene fuerzas para comer, ni tampoco para hablar. A mi me gustaba que siempre tuviera buenas anécdotas. Y sabía contarlas. No me importaba que no fueran absolutamente ciertas. O que estuvieran levemente adornadas. Eso es arte. Por esa razón todos vibraban con sus relatos.
siempre fue el peor ejemplo, pero para mi era un gigante. Nunca voy a olvidar sus mil vidas. Prefiero recordarlo con sus camisas coloridas, su perfume y su impuntualidad. Alguna vez me dijo, o me hizo saber que yo era su predilecto. Me hizo pasar por inspector de la DGI. Me hizo modificar un membrete para apretar a alguien que no recuerdo, haciéndonos pasar por policías. Pintó el escudo de San Lorenzo en la puerta de su casa. Uno de sus perros se comió el dedo de un ladrón. Lo secuestraron, sobrevivió, se hizo amigo de la policía y salió en nuevediario. Hoy camina lento, habla lo que puede y come lo que puede. No tiene aire. Estornuda y se le retuercen los órganos. Estoy muy triste, se está muriendo y no lo sabe. Hoy dijo que cree que ya no tiene cáncer, y yo no se cómo ayudarlo para que se prepare.
Uy, no había visto esto. Pobre gordo.
ResponderEliminarHay que tener huevos para hacer lo que se te canta el orto toda la vida.
Yo no tengo anécdotas de putas, polis y autos convertibles.
Él sí.
Yo tampoco tengo anécdotas propias de ese estilo, pero puedo contar las suyas.
ResponderEliminar